En el apogeo de su carrera, Julio César ha sometido a sus enemigos y ensanchado el imperio hasta los confines del mundo conocido. Concentra, pues, sus energías en el bienestar de Roma y en afianzar su poder, consciente de las envidias que suscita. Muchos de los que le rodean consideran sus atribuciones de dictador como una amenaza para la República. Entre ellos, el lujurioso Marco Antonio, el r...